Juegos sin juguetes
A lo largo de la historia, los juegos populares han supuesto la única escuela de formación física, de relaciones sociales y de aprendizaje para miles y miles de personas en todo el mundo llegando a convertirse en parte de nuestra historia y en pilares de nuestra cultura.
Los juegos que localizamos en cualquier contexto son realidades sociales que han sido originadas de acuerdo con las características de los protagonistas y las condiciones del entorno. Los juegos tradicionales, los juegos de antaño, los juegos sin juguetes, son parte del patrimonio inmaterial, y se están perdiendo, recuperarlos es otra forma de crear identidad cultural en los más pequeños, de una forma activa y lúdica.
TRES NAVÍOS EN EL MAR
Era uno de los pocos juegos en los que no se distinguía a los jugadores/as por sexo, los equipos eran mixtos. Los niños y niñas se reunían los días de verano a jugar por la tarde-noche en las calles del pueblo, mientras los adultos aprovechaban a tomar la fresca y charlar con sus vecinos.
El origen del juego está relacionado con el primer viaje de Cristóbal Colón a América, haciendo referencia a las tres Carabelas. El juego consistía en esconderse un grupo al que otro grupo habría de encontrar. Se elegían dos grupos de niños (el perseguidor y el perseguido) y dentro del grupo, un capitán/a, que era el más veloz y estratega del grupo. Se echaba a suertes para designar el grupo que tenía que esconderse y el grupo perseguidor. Elegida la misión de cada grupo, el que se tenía que esconder elegía un lugar y la estrategia para llegar al mismo. Elegido el lugar salían todos juntos, salvo el capitán/a, a esconderse en el sitio determinado. El capitán/a se situaba en la esquina de la plaza del ayuntamiento con la cuesta que va a la plaza de abajo. El equipo perseguidor unos cincuenta metros atrás, donde se pintaba una raya de salida. Cuando este capitán gritaba ¡Tres navíos!, salía a toda velocidad hacia dónde estaban escondidos sus compañeros y el grupo perseguidor tras él, siempre juntos.
Si el capitán de los perseguidos, conseguía juntarse con su equipo, sin ser descubierto, el juego continuaba; en caso contrario se gritaba ¡tierra descubierta!, el equipo perseguido había perdido y vuelta a empezar, seguramente que cambiando de capitán.
Si el capitán lograba llegar al escondite, entonces esperaban un tiempo prudencial y, si veían que el grupo contrario estaba desorientado, gritaban: ¡Tres navíos en el mar!, esperando contestación: ¡Otros tres en su busca van!. Dicho esto, procuraban despistar al contrario yendo a otro lugar distinto de donde procedía la voz o cambiaban de estrategia e iban al sitio de donde procedía. Cuando divisaban al grupo contrario, el perseguidor gritaba: ¡Tierra descubierta!, entonces el perseguido se paraba y se iniciaba de nuevo el juego. Los perseguidores habían ganado el juego. Sí, por el contrario, el grupo perseguido lograba llegar a la plaza (punto de partida) sin ser descubiertos, gritaban ¡en tierra para ver!, avisando de esa manera al otro grupo. El grupo perseguido habían ganado.
TRES EN RAYA
Se trataba de un juego de estrategia, en el que había que plantearse los movimientos a realizar y adelantarse a los movimientos de los oponentes. Existían dos versiones, una en la que los niños/as eran las propias fichas, entonces se necesitaban seis jugadores. Y otra versión que buscando tres piedras y tres palos sólo se necesitaban dos jugadores. En ambos casos las normas eran las mismas, sólo variaba el tamaño del tablero. Los movimientos pueden realizarse en horizontal, vertical o diagonal , consistía en conseguir el tres en raya mientras que los contrincantes impedían los movimientos para que esto no sucediera, ganaban aquellos que formaban el tres en raya más deprisa.
Cuando se trataba de la primera versión donde los mozos y mozas eran las propias fichas a mover, para poder realizar este juego solo se necesitaba tener una tiza, para pintar las líneas en el suelo. Pero cuando se jugaba a la segunda versión, los dos jugadores, necesitaban tener tanto la tiza, para pintar las líneas en el suelo, como 3 piedras y 3 palos, para usarlos como fichas.
La gran mayoría de los juegos para niños y niñas no requerían de juguetes o estos podían fabricarse fácilmente con lo que se podía encontrar en el entorno.
A cortar el hilo era otro juego de pillar muy habitual entre los niños y niñas. Por sorteo, uno o una “se la quedaba”. El niño/a que se la queda tiene que pillar durante la partida. Elige a un compañero/a diciendo su nombre en voz alta para perseguirlo y pillarlo, si otro niño o niña se cruza entre el perseguidor y el perseguido, corta el hilo y se convierte en el nuevo perseguido.
LA SÁGUEDA
Juego de pillar que se jugaba en la plaza. Para ello, se aprovechaba el buen tiempo de los días de verano, sobre todo por la tarde y la noche. Al tratarse de ser un juego de pillar a tus compañeros, lo ideal es que el grupo fuera lo más numeroso posible. Así, se añadía dificultad en la tarea de conseguir pillar a todos.
El método del juego consiste en que un niño/a se la queda y tiene que pillar a sus compañeros/as. Cuando pilla a un compañero/a, éste se une a él de la mano y tienen que seguir pillando al resto. Según va pillando la cadena se hace más grande, gana el último o la última que queda sin pillar.
LAS TABAS
Este juego tradicional, del cual, se han encontrado muestras en diferentes excavaciones arqueológicas de distintas culturas, se ha ido transmitiendo de generación en generación por la mayoría de hogares en la España de los años 50. Es uno de los juegos con mayor antigüedad de la historia de la humanidad. Las tabas era un juego típico de las niñas, las decoraban pintándolas de colores con los pintaúñas que les dejaban sus madres, normalmente era usado el color rojo.
Se usaban seis tabas y un pito. El juego consistía en lanzar a la vez el pito a lo alto y dejar caer las tabas al suelo y antes de que el pito tocase el suelo había que cogerlo. A continuación se volvía a lanzar el pito al tiempo que se movían las tabas para que quedaran en la posición elegida, existían cuatro posiciones llamadas “a pencas”, “a aguas”, “a caras” y “a culos”. Se necesitaba mucha agilidad y rapidez para que el pito no tocase el suelo.
En una segunda tirada se recogían las tabas que estaban del lado elegido y se intentaba volver las tabas todas del mismo lado. Estas tiradas se repetían por cada uno de los cuatro lados de la taba. Si la pita caía al suelo o no le daba tiempo de cambiar los lados de las tabas, la niña perdía el turno y jugaba su compañera. El juego terminaba cuando una de las participantes realizaba todas las jugadas.
Los materiales que se usaban para poder realizar este juego eran:
- Las tabas, que eran los huesos astrágalos de las patas de las ovejas, corderos o de los carneros.
- El pito, que era una especie de canica que se hacía con barro o también se usaba una bola que hacía de cierre en el tapón de las botellas de gaseosa.
EL BURRO
Se trata de un juego que requiere mucha habilidad y una buena forma física. Se necesitaban dos equipos. Se echaba a suertes el equipo que empezaba saltando y el otro equipo que se quedaba para qué les saltaran encima.
Los jugadores y jugadoras, tenían que hacer una fila con una posición determinada, debían agachar sus espaldas formando un ángulo de 90 grados y meter su cabeza entre las piernas del compañero/a de delante, a la vez que agarraban fuertemente las piernas de su compañero/a.
Una vez formada la cadena, el equipo contrario debía saltar encima de ellos, apoyando las manos en la espalda, dejando espacio para que el resto del equipo hiciera lo mismo. Los saltadores tenían que lograr que todos los jugadores se quedasen encima del burro o el mayor número posible para ganar la partida. Luego se intercambiaban los papeles de los que saltaban y los del burro. Los que más jugadores/jugadoras conseguían encima del burro resultaban ganadores.
El herrero de Camprovín se encargaba de fabricar un curioso juguete, la Redoncha.
Era un aro metálico que se hacía rodar con un gancho alargado también metálico y un mango de madera. Los niños hacían carreras por las calles del pueblo mostrando su agilidad y destreza en su manejo. Cuando realizaban las carreras, las niñas andaban con cuidado para no ser arrolladas por la velocidad de los chicos en las calles.
Las chifletas eran realizadas por los niños y niñas de Camprovín a partir de la corteza de los chopos.
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